Testimonio previo conocimiento de la adicción
Cuando me contrataron lo primero que pensé fue:
Madre mía dónde me voy a meter…
Porque mi concepción de la adicción no era precisamente de enfermedad como tal, sino como algo malo a lo que se enganchan las personas porque quieren, por elección propia o porque les hace sentir bien, y quieren seguir sintiéndose así sin preocuparse de nada más.
Para mí el perfil de un adicto era comparable a un mendigo: sin higiene alguna, sin trabajo, sin familia, sin comida… viviendo solo para consumir. En definitiva, concebía al adicto como una persona desagradable en todos los sentidos.
Prejuicios contra los adictos
La visión expuesta anteriormente es la que realmente tiene la mayoría de la población. No sé muy bien por qué es así, quizá porque en otros tiempos en los que la droga era un tema tabú, a los adictos se les abandonaba y debido a la adicción caían en la más absoluta pobreza y terminaban en la calle consumidos por la droga. Esta forma de ver la adicción se ha trasladado hasta día de hoy, y seguimos con los mismos ideales respecto a esta enfermedad. La realidad es que no se hace nada, o a gran escala, para cambiarlo.
Cuando empecé a trabajar en Instituto Castelao observé que esto es y no es así. Es decir, los adictos para nada tienen este perfil que todo el mundo imagina. Son personas normales, a las que no hay que temer, solo hay que comprenderlos y apoyarlos. Simplemente tienen una enfermedad mental debido a la cual desde que prueban la droga su cerebro no deja de mandar señales a su organismo de la necesidad de seguir consumiendo de forma progresiva. Su sed de tóxico no tiene límite y la enfermedad se apodera de la persona utilizándola para consumir, sin importar nada más que el consumo.
Mientras tanto el resto de la sociedad no nos damos cuenta de que es como la pescadilla que se muerde la cola: cuanto más desahuciemos a un adicto más caerá en las garras de la adicción; ya que ésta es una enfermedad crónica y progresiva.
Es por ello por lo que si les damos la espalda no tendrán la ayuda ni los medios que necesitan para combatir la adicción. Debemos brindarles nuestro apoyo incondicional para que consigan superar todas las trabas que les pone su propio cerebro cuando quieren dejar de consumir. Porque al final, todo está en su cabeza: nosotros no podemos hacer más que acompañarlos e intentar guiarlos por el camino adecuado, haciéndoles entender la enfermedad para que se mantengan alejados del consumo.
Con esto quiero decir que ayudarles no significa darles dinero -para evitar que recurran a otros métodos- para conseguir el tóxico que necesitan, sino estar ahí siendo su guía y no abandonarles cuando ya no les queden más salidas.
Si los apoyamos y ayudamos de verdad, entonces encontramos la esencia de las verdaderas personas que son. Cada uno es como es, pero todos son magníficas personas que quieren recuperarse física, psicológica y socialmente. Su objetivo último es tener una vida sin drogas.
Impotencia y sufrimiento van de la mano
Hay que tener muy presente que los adictos consumen por necesidad. Que ellos no lo pasan bien, al contrario, sufren los estragos del consumo constantemente por la impotencia de no poder dejarlo; por ver que destrozan todo aquello que tocan y no pueden remediarlo; por ver como sufren sus allegados y ellos no pueden hacer nada para evitarlo.
Hay que cambiar muchas cosas para que los adictos tengan la ayuda que se merecen, pero creo que lo primero que debería cambiarse es la concepción de la adicción tal y como se concibe hoy en día y tratarla como la enfermedad que es. Para que todo el mundo sepa lo que esto es de verdad y no piense en vicio cada vez que le hablen de drogadictos.
Yo, como sanitaria, tenía una idea totalmente errónea respecto a la adicción porque nadie me había explicado que esto es una enfermedad mental.
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