En esta entrevista con Alejandro Barroso para Castelao, Jesús, un adicto en recuperación con 39 meses en tratamiento, desvela las causas para decidir tratarse, la fecundidad de las terapias y la falaz distinción entre drogas legales e ilegales a la hora de recuperarse, entre otras cuestiones.
Hay un dicho, según el cual, se bebe por los problemas. Cuando suele ser a la inversa: Uno tiene problemas cuando bebe.
Lo de que se bebe por los problemas es falso. Es absolutamente falso. Uno bebe porque es un alcohólico. Y, además, bebe a los niveles que bebemos los alcohólicos. Y cuando bebes como bebe un alcohólico, tienes problemas. Yo, a nivel personal, con el alcohol, que es una droga barata, no me he gastado nada; me podía gastar 10 ó 15 euros diarios. Sin embargo, por las decisiones que tomaba bajo los efectos del alcohol, he perdido más de un millón. La desidia, la frustración, los problemas que te acarrea el alcohol son brutales.
Hay un estigma social, por un lado, y, por otro, está el estigma que uno mismo se impone. ¿No es así?
La enfermedad por la cual el enfermo no reconoce su enfermedad, esa la padecemos los alcohólicos, pero es mentira. Cualquier estudio epidemiológico va a nacer falseado, porque nadie reconoce su condición de alcohólico. Nadie, porque nuestro cerebro enfermo no quiere reconocer esa condición. Desde el momento en que tú reconoces que eres adicto a una sustancia, eso implica la inequívoca decisión de dejarla. Entonces, para no dejarla, no voy a reconocer que soy adicto. Es increíble el estigma social, la sociedad no quiere ver, no quiere mirar.
Una de las cosas por las que me interesa el mundo de las drogas es porque esto sí que es una pandemia, esto sí que mata, y no el COVID-19. Esto sí que le cuesta una fortuna a la Sanidad. Sin embargo, nadie mueve un papel. En cambio, y lo hablo en primera persona y lo he visto en otros compañeros, ahora sí hay un instrumento eficaz que nos puede hacer salir de las drogas. ¿Es caro? Vamos a ver cuánto nos cuesta el mundo de las drogas en prevención, en campañas que todos sabemos que van al cubo de la basura. Además, podemos buscarlos por el componente genético, que en el alcoholismo es muy determinante.
¿Eras consciente de que tenías una enfermedad?
Sí, yo soy consciente. Aquella tarde de 2008 fui consciente de que tenía una enfermedad.
Pero, ¿fue cuando tocaste fondo?
No, no, que va. Decimos, tocamos fondo en tal caso. En mi caso concreto, si no llega a ser por mi familia, yo no hubiera ingresado en el centro. No tocas fondo; tú te quieres morir drogándote, vamos a dejarnos de rollos. Yo creo que los únicos que de verdad dejan las drogas es porque se ven en la muerte. Yo no veía la muerte. Es posible que si me hubiera enfrentado a ella, la hubiera dejado. Yo no dejo la droga porque he tocado fondo. Sé que me voy a morir, tengo un hígado que es una masa ingente de carne hinchadísima y llena de grasa, mis parámetros biomédicos son anormales, hago menos el amor, porque, claro, ya hago menos deporte, estoy más gordo. A lo mejor, es porque esto es lo que toca, te conformas.
El día que muere tu amigo: ¿Es cuando piensas en tratarte, como expectativa?
No, no. En tratarte no piensas nunca. A mí todavía me encantaría tomarme una botella de champagne. Lo que pasa es que ahora tengo la formación, la información y los circuitos cerebrales un poco mejor ordenados, de modo y manera que no voy a ir a coger esa botella. Porque dar dramatismo a un yonky, eso todos lo vemos bien. Pero una muchacha estupenda en la playa y una copita, eso queda muy bien. Interiorizar que esa escena es la misma que la de un drogadicto en una chavola, es muy complejo, eh.
¿Por qué decides tratarte en Castelao?
Fue aleatorio. Una vez, estuve tratándome con un psicólogo, que además se dedica a esto. Él fue psicólogo de Balay, en el Norte. Empezó trabajando con alcohólicos de Balay, que es una cooperativa de trabajadores, para tratar a sus trabajadores alcohólicos. Estuve con él una semana, y conseguí estar sin consumir cuatro meses. Te explica más o menos lo mismo, la teórica de la enfermedad. Pero yo, desde el minuto uno decía: Pero si este hombre no es adicto, este hombre qué sabrá de las complejidades nuestras. Después fue mi mujer quien encontró este Centro.
Cuando yo llegué aquí y el interlocutor es tan adicto como tú, tiene las mismas pautas conductuales que yo, y me conoce exactamente igual que yo, porque hacemos los dos lo mismo, que es drogarnos. Eso te crea un alivio importante. Cuando yo hablé con Paco Carrillo, me hizo una breve descripción de su perfil sociocultural, económico-empresarial y, la verdad, es que había muchos puntos en común en su trayectoria y en la mía. Y hablábamos el mismo idioma, estábamos hablando de las mismas cosas.
Luego, cuando llegas, eso de que te quiten el móvil lo llevas fatal. Y, además, ¿esto cuánto va a durar? Te tienes que ingresar unos días, un par de semanas. Esto, ¿se puede hacer en ambulatorio? Sí. Pero mi mujer se negaba. A ella no le podía fallar, aunque fuera por ellos, yo nunca lo hice por mí. Me ingreso finalmente, dos o tres semanas. Cuando en la primera terapia oigo: Llevo siete meses, ocho meses; tengo unas ganas de tomar… Lo cierto es que mi cuerpo necesitaba ese parón e iba a aguantar lo que hiciese falta. Yo no iba a dar el disgusto a mi mujer de irme de aquí.
Pero ya estabas rendido, en realidad.
Sí, sobre todo ante ella. Ante dejar el alcohol, no. Es decir, yo vine a que me enseñasen a beber. Y cuando eso me lo dice el gerente del centro: Todos venimos aquí para que nos enseñen a beber, no te preocupes. Treintainueve meses más tarde de aquel día, y esto es cierto, yo no quiero que me den el alta terapéutica. Yo echo de menos el año en Torre del Mar… Dejar el piso me costó…, me obligaron, si no, yo no lo habría dejado. Pero todo esto se hace por la bebida. ¿Por qué Castelao? Y esto sí es importante. Te dan todas esas herramientas, todos esos terapeutas, todos esos compañeros, y tú ahí te ves muy identificado.
Cuando tú ves a gente como Paco Carrillo, como Eloísa, como cualquiera de los terapeutas, a Álvaro, a Fátima, en su momento, Chechu, dices: Todo lo que dicen tiene sentido. Tú, verdaderamente, tomas conciencia de que tu cerebro está jaqueado y tomas conciencia de que la única manera de sanarte es entregar tu cerebro a un tercero. Esa es la teoría de la enfermedad. Y dices, ya está, ya me sé la teoría y, a las tres semanas, digo: Paco, que me largo. Voy a hablar con mi mujer. Y Paco el hombre me dice, pues vale; ¿qué me va a decir? Ese mismo día, un viernes, viene mi mujer a terapia de familia. Hablo con Eloísa: Que me largo.
Yo ya tenía el mismo discurso que les había dicho a Paco y Eloísa, perfectamente creíble, y se lo cuento a mi mujer y mis hijos y mi mujer me dice: Que no, que si vuelvo a casa ella no va a estar. Y con mis hijos, cerraron filas. Y dije: Bueno, vale, por ellos otra vez, me voy a quedar aquí, no se hable más. Pero yo lo sigo haciendo por ellos.
¿Cuántas semanas llevabas?
Estaba en mi tercera semana. Ahora, no, al revés, todo lo hago por y para mí. Saber determinar en qué momento lo empiezas a hacer por tí, no te lo sabría decir. Siempre hay excusas que vamos a guardar en el cajón. Que nuestro cerebro guarda voluntaria o involuntariamente en el cajón. Y cuando oyes a un compañero o a un terapeuta decir: Por lo que no hagas, tomarás, eso es una verdad como un templo. Porque, verdaderamente, le tienes que dar la vuelta al calcetín, y no puedes dejar nada en el cajón; tienes que sacarlo todo, aunque sea para volverlo a meter.
Este confinamiento, te ha jugado una mala pasada…
He visto dos cositas, que yo tenía ahí puntualmente. En conductas adictivas, en modo “lo de antes”, y que las he podido poner en orden. Quiero decir, que esto es tan lento como dicen, de verdad. Por más que yo crea que estoy recuperado. Y volviendo a lo de por qué Castelao, hay un punto, cuando tú empiezas a participar activamente en las terapias, cuando ves en el compañero sus ganas de tomar,…
Porque venimos de sentirnos inservibles, inútiles… y, de repente, empiezas a ser útil a los compañeros. Empiezas a estar satisfecho contigo mismo, empiezas a levantarte por las mañanas, a ver el sol, a que tu hija te llame sonriente, a saber dónde te has acostado. Estoy en mi cama, son las siete de la mañana, voy a desayunar y voy a ver salir el sol; y después voy a poner un mensaje de buenos días a mi hija. Cuando empiezas a alimentar ese ego, que lo tenemos machacadísimo. Si, genéticamente, venimos con el ego tocado, cuando te pones a beber, el ego te lo machacas del todo.
Siempre vas a necesitar del reconocimiento de los demás. Entonces, cuando te empiezas a sentir útil: Esas caminatas, entonces, estéticamente mejoras. Entonces dices: Esto mola. Las terapias, a esos yonquis les empiezas a tomar cariño, aunque crees que no tienen nada que ver contigo, y los terapeutas tampoco. Luego, cuando ves que todo lo que te cuentan es cierto, cuando ves la primera recaída de un compañero, dices: Ostras, esto es serio
¿Ves esperanza en el tratamiento? Cuando entraste y ahora cuando ves a la gente que empieza.
Sí, sí. Voy a decir la frase que digo a todos los que vienen nuevos: Mira, sólo sé una cosa: El 100% de los que han hecho a pies juntillas lo que les ha dicho su terapeuta, se han recuperado. Margen estadístico de éxito: El 100%. Para curarte has de hacer caso a tu médico. ¿Esperanza?: Claro que hay. Claro que hay esperanza, mucha. Otro de los puntos de inflexión en mi recuperación, inicialmente, fue cuando me dí cuenta que el grupo es sabio y soberano. El grupo no se equivoca, nunca. El grupo acierta siempre. Y cuando comencé a tomar conciencia de eso, es cuando fui capaz de escuchar lo que de mí decía el grupo. Y a creérmelo.
¿Qué diferencias ves entre tu caso, la adicción al alcohol, y la adicción a otras sustancias? En cuanto al tratamiento.
En cuanto al tratamiento, yo no sé exactamente -porque ni siquiera lo saben los investigadores- el grado de afectación, de daño cerebral que traen los adictos a otras sustancias; eso no me lo sé. Porque, claro, en función del grado de afectación con el que vengas, si tú tienes un cerebro que aparte de la adicción le has hecho más enfermo, o más disfuncional, mejor dicho, lo que te queda es un cerebro con todas las disfuncionalidades del consumo de droga.
La rehabilitación es exactamente la misma. Y, de hecho, te diré más, las fotos negras de las que hablamos en las terapias, los recuerdos, esas escenas patéticas, de película negra, son mucho más visibles con las drogas ilegales que con las legales. Y que producen mucho más rechazo las drogas ilegales que el alcohol. Vivimos donde vivimos.
Un país donde todo es motivo de un tóxico legal. Incluso creo que es más difícil, porque el estímulo, que es muy importante, sobre todo en la primera etapa de la rehabilitación, de la deshabituación, diría yo mejor, ese estímulo va a estar presente siempre. Y es tan fácil…, en una décima de segundo. Te diría que, a igualdad de daños cerebrales, es igual de difícil para todos. Somos politoxicómanos. En un principio, sería más fácil dejar las drogas ilegales.
Lo que pasa, -creo que esta frase la utilizó una vez Paco Carrillo-: Si nos dijeran cuánto tiempo vamos a tardar en rehabilitarnos, saldríamos corriendo todos. Cuando veo a un chico joven recién llegado, mi labor es darle oxígeno para que se quede una semana más. Porque él no es consciente de lo enfermo que está, de la misma manera que no lo era yo. Yo pensaba que estaba en plenitud de facultades mentales. Sinceramente, posibilidades de éxito, todas. Aquí es muy importante también el perfil del terapeuta. En general, a todos los que conozco de esta casa, tienen que ser capaces de transmitir tranquilidad. El propio Paco Carrillo, transmite paz. Cuando llegamos aquí se produce el síndrome de Estocolmo. Idealizas su forma de vida.
Una vez, hablando con Paco, le pregunté cuándo podría tener una aventura, porque me había separado. Y me dijo: Jesús, lo más importante del tratamiento es no transgredir. Y es una verdad como un templo. Porque si lo haces, te va a pasar factura. Con el tiempo, lo que les pasa a la gente no adicta, ya no nos pasa a nosotros. Y desean tener un centro como Castelao.
Para ir concluyendo: ¿Cuál crees que es el grado de conocimiento de la enfermedad por parte de las familias?
A las familias que les toca, es una faena. Es cero, las familias no saben nada de la enfermedad. Y, además, es muy difícil hacérselo entender. Ten en cuenta que un chaval jovencito ya es adicto, y el padre y la madre tardarán meses o años en darse cuenta de que el hijo es adicto. Pero es que los padres tardarán también meses o años en ponerse manos a la obra, porque el estigma social ahí sí que supone una auténtica losa. La familia no sabe absolutamente nada. Que la clase médica tenga un gran desconocimiento de esta enfermedad es muy duro. Creo que nos morimos 700 mil individuos al año de drogas. Detrás del 99% de los hechos delictivos de este país, están las drogas. Y eso, ¿nadie lo quiere mirar y nadie quiere hacer nada?
Si tú retiras, de alguna manera, las drogas de las calles,… La sociedad española ha conseguido que no se fume en interiores. Hay que hacer campañas de publicidad, concienciar a la sociedad. Que los padres de los jóvenes, hoy en día, compren a sus hijos la bebida para hacer botellón…, ¿cómo? Hay una falta básica de formación, información y de educación. Una de las causas de la prevención es distinguir entre drogas legales e ilegales. Los principios activos que van a la cabeza y los que hacen el efecto relajante son distintos; no mezclemos. Ahí es donde veo que la sociedad está fallando mucho. Somos unos pocos los adictos que podríamos estar en condiciones de dar luz; necesitamos luz y un altavoz.
Según una noticia, son más de tres millones los fallecidos por drogadicción anualmente en todo el planeta.
Y eso no lo consideran una pandemia. No interesa.
Un artículo fascinante para leer las personas que estamos en recuperación
Muchas gracias y comparto 100% todo lo leído.
Diego Quindimil, un adicto en recuperación en castelao Coruña
Muchas gracias por tu comentario, Diego. Y mucho ánimo en tu recuperación. Solo por hoy.
Un abrazo!