La invisibilización del factor de género en el fenómeno de la drogodependencia
Los estudios sobre drogas, en todas sus vertientes y a lo largo de su tradición, han adolecido de detentar una mirada androcentrista; obviando que las mujeres no siempre comparten los mismos motivos, elección y forma de consumo que los varones. En este sentido, puede decirse que, simplemente, se mantenía la perspectiva estándar de toda la historia científica: la masculina.
Habría que esperar hasta el siglo XXI para encontrar investigaciones que registrasen en sus datos una perspectiva de género; o bien, focalizasen su objeto de estudio en el colectivo de mujeres que consumen sustancias psicoactivas. Hasta entonces, sencillamente las características propias de la relación que se establece entre población femenina y el consumo de sustancias tóxicas ha sido invisibilizada.
Sin embargo, ellas comportan una dinámica particular, diferente a la masculina, en cuanto a los problemas de consumo de drogas. Ya que el por qué, el para qué y el cómo afecta su adicción a su salud mental contiene algunas diferencias considerables. Nos referimos a particularidades que van más allá del impacto biológico que ocasiona el consumo de drogas en las mujeres.
A título de ejemplo, se constata que las mujeres drogadictas padecen un doble estigma social. Por un lado, por ser consumidoras de sustancias ilegales; por otro, por desviarse de su supuesto rol social de género. En otras palabras, las mujeres no sólo sufren el rechazo social, sino también la intransigencia moral dentro de la sociedad. Y es que la sociedad se muestra más permisiva cuando es un hombre el consumidor.
El doble estigma
A título de ejemplo, se constata que las mujeres drogadictas padecen un doble estigma social. Por un lado, por ser consumidoras de sustancias ilegales; por otro, por desviarse de su supuesto rol social de género. En otras palabras, las mujeres no sólo sufren el rechazo social, sino también la intransigencia moral dentro de la sociedad. Y es que la sociedad se muestra más permisiva cuando es un hombre el consumidor.
Asimismo, está comprobado que el empleo de drogas provoca mayores consecuencias de trastornos mentales en mujeres. Lo que, como punto de partida, exige una serie de intervenciones sanitarias y tratamientos profesionales específicos para este colectivo. Por ello, resulta fundamental tener claro cuáles son las características del consumo de drogas en mujeres dentro de la enfermedad de la adicción.
EL ESTIGMA SOCIAL DE SER CONSUMIDORA DE DROGAS
Las mujeres también emplean sustancias psicoactivas en su vida diaria y muchas caen en la adicción a las mismas. Pero sucede que el rechazo moral que aún pesa sobre esta idea las obliga a hacerlo de forma más privada.
Sin embargo, el Consejo de Europa ya advertía a finales de los noventa que en los últimos añosel uso de drogas entre las mujeres en Europa está sufriendo dramáticos cambios; con las mujeres progresando rápidamente hacia los mismos niveles de consumo que los varones». Confirmación que sacaba a la luz la existencia de una dinámica propia de mujeres consumidoras. Lo que, en cierta forma, supuso una ruptura de esquemas sociales…
Es obvio que dentro del imaginario social del papel que se le adjudica a la mujer, no se contempla la posibilidad de que ellas también consuman. La sociedad se muestra más permisiva con la idea de que los hombres utilicen drogas ilegales —a modo recreativo o paliativo—; pero margina a la mujer de esta libertad de elección personal.
En este sentido, las mujeres que consumen drogas son vistas como doblemente transgresoras de los preceptos socioculturales. Porque realizan actos ilícitos —tomar sustancias ilegales— y se salen de su rol de género —las mujeres no deben drogarse.
El doble repudio, social y moral, que sufre de por sí cualquier mujer consumidora se hace más patente en el caso de las madres consumidoras. Mujeres que sistemáticamente son consideradas como malas madres. Aquí se refleja claramente la crítica social por utilizar sustancias ilegales, así como por romper con el rol clásico impuesto para ellas.
TIPOS DE DROGAS MÁS CONSUMIDAS POR LAS MUJERES
Con todo, las mujeres, cuando deciden consumir drogas, se decantan por sustancias legales: alcohol, tabaco y psicofármacos; siendo escasas sus experiencias con las ilegales —menos de un 2,5 %, frente al 7 % en hombres. Entre estas últimas destaca el consumo de Cannabis, utilizado por un 17 %. —vs. 32 % en varones.
Por tanto, la prevalencia de consumo de drogas de comercialización ilegal entre ambos sexos muestra una brecha enorme. En el caso masculino duplica o triplica su uso en comparación con las mujeres.
Quizás el punto más llamativo sea la constatación del aumento progresivo del uso de sustancias legales por las mujeres. Acción que realizan cada vez a edades más tempranas. De hecho, el número de varones fumadores ha descendido en las últimas décadas, mientras ha crecido el número de mujeres fumadoras.
Asimismo se confirma un incremento en el consumo de alcohol entre los jóvenes de ambos sexos; especialmente en ingestas concentradas los fines de semana. En la actualidad el número de chicas que beben alcohol se aproxima cada vez más al de los chicos. La franja de edad más problemática está entre los 14 y los 19 años. En edades adultas, en cambio, el uso de bebidas etílicas es menor en las mujeres.
EL ABUSO Y LA DEPENDENCIA DE PSICOFÁRMACOS EN MUJERES
Ahora bien, existe un grupo de sustancias donde el porcentaje de mujeres consumidoras es siempre superior al de los hombres. Independientemente de la edad, la prevalencia del uso habitual de psicofármacos en mujeres triplica la tasa masculina. Y no siempre el consumo de tranquilizantes, antidepresivos o hipnóticos está reglamentado; de hecho, no es raro que su uso se haga al margen de la prescripción médica.
En efecto, desde finales de los años noventa, se constata una escalada femenina en el uso habitual de psicofármacos. Especialmente los ansiolíticos benzodiacepínicos. El perfil de las consumidoras suelen ser mujeres de más de 35 años, casadas o viudas, amas de casa; de todas las clases sociales, y tanto con vida profesional como sin ella.
El observatorio Nacional sobre Drogas alerta desde hace años del abuso de estas drogas y sus consecuencias negativas para la salud femenina. No en vano, el volumen elevado de mujeres drogodependientes a estas sustancias resulta ya una preocupación sociosanitaria. Y uno de los principales motivos por los que las mujeres inician un tratamiento de desintoxicación.
FACTORES QUE INCIDEN EN EL CONSUMO DE DROGAS EN LAS MUJERES
A la hora de analizar el consumo de drogas en mujeres es necesario conocer qué patrones siguen; así como descubrir cuáles son los disparadores más comunes que propician el uso de estas sustancias.
Si bien aún no hay premisas definitivas que expliquen la diferencia de patrones de consumo entre hombres y mujeres; sí se recogen diversos factores —personales y sociales— que, en el caso del colectivo femenino, influye con mayor fuerza.
- Problemas de autoestima o insatisfacción derivados de sus propios complejos o de la presión social que le exige a la mujer ocuparse de la vida doméstica familiar y el mundo laboral.
- La búsqueda de un elemento de evasión para no tener que lidiar con situaciones conflictivas o traumáticas. Los hábitos adictivos suelen sentirse como mecanismos de defensa para mitigar miedos, traumas, problemas cotidianos,… De ahí que las drogas sean percibidas como recursos de evasión de una realidad frustrante o estresante. Así, mientras en los hombres tiende a haber una búsqueda recreativa; en las mujeres es más frecuente su uso como modo de acallar preocupaciones y excesos de responsabilidades familiares y sociales.
- La permisividad social en cuestiones de uso de sustancias psicoactivas se muestra más indulgente para los hombres que para las mujeres. Sin embargo, cada vez más las mujeres jóvenes reclaman poder actuar con igualdad de permisividad. De este modo, su inmersión en el mundo de la drogadicción tiene que ver con cierta rebeldía social; motivada, en la mayoría de los casos, por preocupaciones personales como ser aceptadas, ser más sociables o tener momentos de relajación.
- Tener una pareja consumidora resulta un factor de inflexión en muchas mujeres. Pues se inician en el consumo bajo la influencia directa o indirecta de su pareja.
UNA MIRADA FEMENINA SOBRE EL CONSUMO DE DROGAS
La población femenina ha ido incrementando sus hábitos de consumo de drogas en las últimas décadas. Y cada vez es más precoz en su acercamiento, pues son las adolescentes quienes más sustancias tóxicas prueban.
Aunque los varones siguen registrando mayores niveles de consumo, principalmente en lo que se refiere a drogas ilegales; las mujeres han ido adentrándose cada vez más en el empleo de sedantes y estimulantes. Con todo, existe también un aumento en el uso de sustancias ilícitas.
Así, en las edades más jóvenes, el porcentaje de consumo de ambos grupos es similar. En cambio, conforme se alcanza la adultez, el nivel de consumo femenino disminuye. A excepción del uso de psicofármacos.
Los antecedentes circunstanciales que la mayoría de los drogodependientes alegan para justificar su drogadicción son los mismos para ambos sexos. Nos referimos a problemáticas familiares, de parejas, psicológicas y estresantes. No obstante, en todos los casos, las mujeres insisten más en estos aspectos que los hombres.
Así, el peso de los conflictos familiares o socioeconómicos influye en la decisión de muchas mujeres de recurrir a las drogas. Como también lo hace su entorno y sus episodios biográficos.
Factores Ambientales
Por tanto, el contexto en el que se mueve la persona es fundamental para plantear una intervención de recuperación. Porque el empleo de drogas, el tipo concreto de sustancias y el modo de consumo dependen de sus circunstancias. Es decir, su estilo de vida, sus experiencias personales, su situación socioeconómica, etc.
Desde esta apreciación, cabe proponer un tratamiento de rehabilitación centrado en la relación que se da entre la persona, la sustancia y su contexto.
A propósito de los tratamientos de desintoxicación, se ha comprobado la utilidad y efectividad de los grupos de apoyo para muchas mujeres. Si bien es cierto que éstas suelen ser más reacias a acudir a un centro de desintoxicación que los hombres; el apoyo grupal de las algunas psicoterapias causan un impacto positivo en ellas, al sentirse comprendidas y motivadas. Los beneficios más destacados de su participación en los grupos terapéuticos responden a temas de salud personal, autocuidado y la prevención de recaídas.
CONCLUSIÓN
La perspectiva de género, que contempla la visión femenina, cada vez es más valorada al estudiar los fenómenos sociosanitarios. Ello ha permitido establecer criterios específicos que se dan en la problemática relativa al consumo de drogas en mujeres. Y es que no influye ni se maneja igual el abuso de sustancias psicoactivas entre hombres y mujeres.
Debe comprenderse que en la relación con las drogas, para la mujer influye más el factor género que el consumo en sí. Y es que los antecedentes familiares —como las cargas domésticas y de cuidados, la dependencia afectiva—; las situaciones socioeconómicas —compaginar trabajo productivo con reproductivo—; y el estrés al que se ven sometidas —por su insatisfacción personal o las dificultades diarias— elevan los riesgos de drogadicción. Sobre todo en cuanto al abuso de psicofármacos, pero también de alcohol y tabaco.
Asimismo, diversos ensayos centrados en la problemática de mujeres que usan drogas advierten sobre el doble estigma que padecen éstas. Pues son rechazadas socialmente por sus adicciones, al tiempo que son sancionadas moralmente por romper con su rol de género.
Así, ante el uso de sustancias, las mujeres se hallan en una encrucijada social, como sucede en muchos ámbitos de su vida. Por un lado, viven en una sociedad donde las drogas están al alcance de todos y, en ciertos casos, se incentiva su uso. Y, por otro, deben enfrentarse a la crítica social que sanciona con dureza la idea de que la mujer las consuma.
Por eso, el consumo de drogas en mujeres tiende a ser privado, oculto y vivido con mayor culpabilidad que en el caso de los hombres. Lo que indudablemente influye en su resistencia a pedir ayuda o a acudir a un centro de desintoxicación.
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