
En los últimos años se han producido numerosos avances científicos que tratan de explicar los efectos de las drogas en el cerebro humano y cómo llegan a modificar el comportamiento de un individuo, de tal modo que el cerebro adicto acaba perdiendo el control sobre el consumo de las drogas, pasando de un uso recreativo a desarrollar una adicción.
Todas las drogas, ya sean legales o ilegales, tienen algo en común: aumentan la concentración de la dopamina en áreas del cerebro que regulan la percepción del placer. La dopamina, conocida popularmente como «hormona de la felicidad» es un neurotransmisor del sistema nervioso central que actúa como una especie de mensajero químico. Cuando obtenemos una recompensa, por ejemplo la consecución de un deseo anhelado, nuestro cerebro libera esta hormona activando el llamado circuito de recompensa. Este mecanismo provoca que busquemos el modo de repetir esa sensación a través de los comportamientos que nos llevaron hasta ese momento de felicidad.
No debemos valorar este compuesto químico como algo negativo. Al contrario, sirve para determinar las acciones que necesitamos no solo para gozar de una mejor salud mental, sino incluso para sobrevivir como especie humana. Ejemplos de esto son el acto de comer, las relaciones sociales, la práctica de sexo o incluso el estrés, que para muchas personas se traduce en una sensación de placer. El consumo de drogas aumenta también la concentración de la dopamina porque de alguna manera «copia» el modo en que nuestro cerebro responde a estímulos placenteros: a mayor aumento de la dopamina, mayor intensidad de la percepción subjetiva ante el consumo de drogas. Pero la sensación que estas provocan en una persona, ya sea un adicto o no, es mucho más rápida e intensa y, en consecuencia, mucho peligrosa. Entre otras razones, porque motiva a volver a consumir.
La adicción y su relación con otras enfermedades mentales
Depresión
Uno de los síntomas de la depresión es la anhedonia, que se define como la incapacidad de sentir placer al obtener una recompensa o alcanzar un objetivo. Esto se debe a que en el paciente deprimido se produce una disminución de la dopamina en el circuito motivacional de placer.
Esquizofrenia
En la esquizofrenia, los desajustes en este mismo sistema dopaminérgico motivacional del placer, también conocido como vía mesolímbica, exacerban síntomas psiquiátricos asociados a la enfermedad como la emotividad y la falta de motivación. Pero no solo eso, ya que se produce una hiperestimulación de la dopamina en la región de la corteza frontal del cerebro, lo que explica muchos de los trastornos cognitivos que padecen las personas afectadas de esta enfermedad.
Trastorno de déficit de atención
En la vía mesolímbica también está la explicación de los problemas derivados del trastorno de déficit de atención (TDAH). Inicialmente se creía que una disminución en el funcionamiento dopaminérgico, sobre todo en la corteza frontal, motivaba los síntomas de inatención en las personas que la padecen. Sin embargo, estudios posteriores corroboraron que en los pacientes con TDAH padecen una disminución en la actividad de la vía mesolímbica, lo que implica un déficit de motivación y puede explicar la alta frecuencia de comorbilidad de drogas con TDAH.
Síndrome de estrés postraumático
Los altos niveles de ansiedad en los pacientes que han sufrido un suceso traumático también involucran al sistema dopaminérgico, en este caso con la modulación de conductas que tienen que ver con una respuesta de una emoción.
Consecuencias neurológicas de la adicción
Gracias a las tomografías emisoras de positrones se ha podido comprobar los efectos que drogas como la cocaína producen en el cerebro adicto. Esta tecnología se utiliza para visualizar el estado de órganos y tejidos corporales, por ejemplo, en pacientes que padecen enfermedades coronarias o que han sufrido un infarto. En estos casos veremos que el corazón manifiesta un consumo menor de glucosa que un corazón sano, que al contraerse y expandirse consume mucha más. La glucosa, comúnmente llamada «azúcar de la sangre» es el compuesto orgánico más abundante en la naturaleza y un marcador muy sensible del funcionamiento del cerebro humano. Esto es así porque la glucosa es el elemento principal que el cerebro utiliza para generar energía. Por tanto, cuando el cerebro está muy activo consume mucha glucosa, y viceversa.
Del mismo modo que es posible determinar qué partes del corazón presentan daños, las tomografías permiten también examinar el estado del cerebro.
El de una persona sana presentará un consumo de glucosa más elevado, sobre todo en la corteza frontal. Por el contrario, la corteza frontal de un cerebro adicto manifestará una actividad más reducida, lo que se deriva en un menor consumo de glucosa. Esto no es baladí, ya que se traduce en una menor capacidad a la hora de tomar decisiones o de controlar impulsos que, aun siendo deseados, pueden tener consecuencias negativas.
Las edades del cerebro adicto
Como ya mencionábamos en un post anterior, las personas normalmente se inician en el consumo de drogas, sobre todo las que están socialmente mejor aceptadas, en la adolescencia y juventud temprana. Es más probable que un adolescente o un joven desarrolle una adicción a una sustancia a que lo haga un adulto, y la explicación es doble y está también en nuestro cerebro.
- Menores conexiones cerebrales: el cerebro de un adolescente está menos conectado que el cerebro de un adulto, ya que dichas conexiones no terminan de completarse hasta que este alcanza una edad aproximada de 25 años. Esto implica una menor capacidad de controlar las emociones, que serán más intensas, pero también más difíciles de dominar ante situaciones de presión social, por ejemplo, ante las cuales el individuo se torna más vulnerable.
- Plasticidad del cerebro: la capacidad de absorber información en el adolescente es mayor que en el adulto, pero la contrapartida de esto es que la droga produce cambios físicos su cerebro más rápido y de manera más prolongada en el tiempo.
La memoria del cerebro adicto
Las drogas no afectan únicamente a un sistema, sino que sus consecuencias se trasladan a varios ámbitos del cuerpo humano. Esto es así porque la vía mesolímbica alcanza áreas del cerebro como la amígdala o el hipocampo, que regulan cuestiones tan importantes y relacionadas entre sí como la memoria y las reacciones emotivas. Si bien no existe demasiada información sobre el hipocampo, sí hay mucha más sobre la amígdala.
El proceso de aprendizaje y de la memoria asociado a la amígala es lo que conocemos como acondicionamiento, descrito por primera vez por el fisiólogo ruso Iván Pávlov. De su famoso experimento sobre el funcionamiento del aparato digestivo extrajo que al presentar ciertos estímulos auditivos asociados a la comida, los perros que habían sido expuestos a los mismos la relacionaban con el alimento aun sin la presencia física del mismo. Este comportamiento se produjo una vez que los animales habían oído el tintineo de una campana antes de que les sirviera la comida. Al repetir ese experimento un número significativo de veces, los perros salivaban simplemente por oír el sonido de la campana.
Función de los sistemas dopaminérgicos en el acondicionamiento
La amígdala cumple un papel tan fundamental para el acondicionamiento que si se destruyera, sería imposible que este se produjese.
Experimento
En un experimento llevado a cabo por la doctora Nora Volkow se les presentó a 18 adictos a la cocaína un vídeo con escenas de la naturaleza. En un día diferente, se les presentó otro vídeo en el que de unas personas aparecían preparando y consumiendo esta droga. Como era de suponer, la reacción al segundo vídeo se tradujo en un aumento de la dopamina en el cerebro. Es decir, que la persona no responde a la droga, sino al estímulo condicionado. De hecho, en los sujetos donde más aumentaba la dopamina era en aquellos donde no solo el deseo por consumir la droga era más intenso, sino que presentaban una mayor adicción.
Es decir, que la droga ni siquiera necesita actuar de manera farmacológica para crear la motivación por consumirla.
Esto es especialmente relevante porque, al mismo tiempo que la respuesta de los circuitos de recompensa a la droga disminuye, y con ella la sensación de euforia, aumenta el deseo por consumirla. La tendencia, por tanto, será a incrementar el consumo de la sustancia, tanto por la búsqueda de una sensación de felicidad como por el deseo mismo de consumirla.
Circuitos de motivación y procesos ejecutivos
Cuando una persona está estimulando constantemente el sistema dompaminérgico a través del consumo de sustancias, esto deriva en cambios neurológicos que afectan a procesos ejecutivos. Estos son los que nos permiten controlar nuestros impulsos y acciones.
Al medir los cambios en los receptores dopaminérgicos en estudios se ha constatado una disminución significativa en adictos a la cocaína, a las metanfetaminas, al alcohol, a la heroína e incluso a la nicotina. Esto nos induce a pensar en un aumento de la vulnerabilidad cuando una persona se convierte en adicta, sospechas que se vieron confirmadas en pruebas realizadas con dos grupos de ratones a los que se les administraron cantidades de alcohol en un caso y de cocaína en otro.
Estos estudios también revelaron diferencias en la expresión de los receptores dopaminérgicos. Los animales que tenían altos niveles de impulsividad tenían receptores dopaminérgicos más disminuidos, y por tanto eran más proclives a desarrollar comportamientos compulsivos en cuanto al consumo de sustancias. Por el contrario, los animales con receptores dopaminérgicos más desarrollados y, por tanto, menos impulsivos, tenían una menor tendencia al uso de las drogas.
En conclusión, el aumento de los receptores dopaminérgicos de algún modo protege contra los procesos compulsivos que acaban derivando en una adición a las drogas.
El cerebro adicto y la enfermedad de la adicción
Estudios como los llevados a cabo por la doctora Nora Volkow nos muestran no solo las consecuencias que las drogas producen en nuestro organismo y particularmente en nuestro cerebro, sino la debilidad del adicto a la hora de luchar contra sus impulsos.
Por eso es importante tener presente que la adicción, al igual que las otras enfermedades mentales que hemos mencionado en este post, como la depresión o la esquizofrenia, es eso mismo: una enfermedad. Una enfermedad que con ayuda como la que brindamos en el Instituto Castelao se puede superar y de la que el adicto puede recuperarse.
Referencias consultadas
- Psicología online (2019). Qué es la dopamina: definición y funciones. Recuperado de http://bit.ly/3jJmQPt
- UPB (2020). ¿Qué es la dopamina y cómo influye en nuestro bienestar? Recuperado de http://bit.ly/3x87RBI
- Centro de Estudios Supeirores Monte Fénix (2016). ¿Qué sabemos de la adicción? Recuperado de https://youtu.be/_cLCB_5Twjg
- Sociedad Española de Patología Dual-SEPD (2010). Efecto de las drogas en el cerebro humano y relevancia en los estados de comorbilidad. Recuperado de https://youtu.be/R1Uub1JABP4
Redactora creativa. En la Universidad de Vigo obtuve un título en Economía, en la Escuela Elisava de Barcelona cursé un posgrado en Creatividad y Publicidad, y entre libros y talleres de escritura creativa aprendí a escribir. Trato de enfocarme en lo que marcas y clientes buscan, aportando mi estilo, trato de hacer llegar el mensaje de marcas y clientes a los lectores.
Deja una respuesta