Contenidos
- 1 La vida a través de una pantalla digital
- 2 La necesidad de estar siempre conectados y sus consecuencias
- 3 El protagonismo de las redes sociales virtuales en la vida diaria
- 4 Factores de riesgo para contraer una adicción a las redes sociales
- 5 Síntomas de dependencia a las redes sociales
- 6 Soluciones para evitar o tratar la adicción a las redes
- 7 Conclusión
- 8 Referencias consultadas
La vida a través de una pantalla digital
En una nota de Manjoo, publicado en el New York Time, se mencionaba el dominio que han cobrado las pantallas digitales en nuestra rutina. Cada vez dedicamos más horas a estar conectados en línea y actuando a través de pantallas. A ello, sin duda, han contribuido los teléfonos móviles cada vez más inteligentes; los cuales cautivan tanto la atención de los usuarios, que se vuelven adictivos.
De hecho, en un artículo anterior analizamos por qué en la actualidad hay tantos adictos al móvil o nomofóbicos. Sin duda, la razón estriba en la conexión a internet que los Smartphone llevan incorporada.
La adicción a internet o a las nuevas tecnologías no son nuevas; al contrario, lleva unos cuantos años posicionándose como una adicción comportamental —o socioadicción— de primer orden. Sobre todo entre la población joven. Es innegable que mucha gente vive la vida a través de las pantallas y cada vez más son esclavos de su actividad digital.
Ahora bien; dentro de los mundos virtuales, las redes sociales se erigen como los espacios que más captan la atención y el tiempo de las personas. Lo cual no resulta tan extraño, habida cuenta de que todos queremos sentirnos parte de un grupo social. Somos seres gregarios por naturaleza y buscamos con insistencia la pertenencia a una comunidad.
No obstante, el uso abusivo de las redes sociales virtuales trae consigo toda una serie de consecuencias negativas. Desde algún trastorno mental —como tendencia a la depresión y la hiperactividad— hasta una reducción de las habilidades sociales personales.
Con todo, el peor efecto que conlleva es el peligro de pérdida de control ante ellas. Es decir, que nuestra existencia gire en torno al empleo compulsivo de las redes, aun cuando atente contra nuestro bienestar.
La necesidad de estar siempre conectados y sus consecuencias
La vida virtual adolece de realidad y nos niega la opción de experimentar, de interactuar por medio de nuestros sentidos. De hecho, en internet básicamente prima un único sentido: la vista. Y esta realidad no resulta para nada inocua. Pues está demostrado que posar la vista en los teléfonos inteligentes reduce nuestra capacidad cognitiva y altera la atención.
En efecto, la hiperactividad y la sobreestimulación ante tanto contenido digital arrebata mucho tiempo de vida y nos torna más susceptibles. Más ansiosos, más confusos, más dispersos… y más pasivos.
En este sentido, los expertos advierten que pasar mucho tiempo conectados nos abstrae de la vida real. No obstante, al menos el 24 % de los adolescentes están enganchados a las redes sociales. Mientras que los adultos dedican una media de 10 horas diarias a interactuar con medios electrónicos.
El hábito de estar tan pendiente a los dispositivos digitales ocasiona muchos accidentes y problemas de comunicación con el entorno inmediato. Y es que el uso de internet nos roba toda la atención y nos hace más despistados .
Consumir actividades digitales trastoca nuestro desarrollo emocional. Nos anestesia los sentidos, nos hace menos empático y más individualistas —o narcisistas. Pero hay más…
Experimentar la vida desde un dispositivo digital afecta al lenguaje corporal, las habilidades sociales, los modales. Y lo que es peor: tiene efectos nocivos sobre la salud mental, física y social, aunque no nos demos cuenta.
Dentro del espectro de aplicaciones y usos que se hace de internet, las redes sociales se llevan el show. Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp, Snapchat,… el abanico es muy amplio. Algunas personas invierten tanto tiempo en estar en ellas, que su hábito roza la obsesión. No son capaces de controlar su conducta adictiva, y como consecuencia ponen en peligro su productividad y sus relaciones interpersonales.
Las redes sociales poseen una función positiva, ya que nos permiten comunicarnos con cualquier persona. De forma inmediata y casi gratuita, se eliminan barreras espaciales. Además, ayudan a sentirnos parte de un grupo y estar conectados a los amigos, lo que refuerza la vida social.
Pero, mal gestionadas, las redes sociales, paradójicamente inducen al aislamiento, afectan a la autoestima y generan ansiedad. Y eso es lo que les sucede a muchos jóvenes. En efecto, sienten que su valor personal se mide por la interacción que crea en las redes; los “me gusta” que consiguen; la cantidad de amigos que tienen y lo populares que son dentro de un grupo.
Se quiera o no, el tiempo invertido en vida virtual es un tiempo donde se vive en gran medida una vida de ficción. De hecho, el uso compulsivo de las redes sociales altera la percepción de la realidad en el sujeto. Esta confusión mental entre ficción y realidad es similar a la que provocan algunas drogas en el cerebro.
Asimismo, se percibe un estrés por ser más popular, estar a la última y no perderse de nada. Pero también por crearse una identidad ficticia, que toma mucha energía mantener y mostrar. Y es en este punto donde se va generando la adicción a las redes sociales y a estar conectado permanente.
Utilizar las redes de forma descontrolada y buscando un placer efímero a un malestar emocional, es signo de una adicción. Porque el efecto de esta práctica conlleva una falta de atención hacia las personas del entorno y los sucesos diarios.
Y ello a su vez se traduce en un empobrecimiento de la calidad y la cantidad de relaciones sociales. Así como de una falta de actitud resolutiva y responsable ante las tareas o los problemas cotidianos.
La adicción puede definirse como una afición patológica que produce dependencia y afecta negativamente a la libertad personal. Así, la existencia de esta conducta compulsiva puede condicionar la vida cotidiana de la persona adicta. Y sus repercusiones perjudiciales se perciben en su salud y en los ámbitos de su vida —familiar, académica, laboral o social.
No obstante, no existe un perfil de adicto a las redes sociales. Más bien hay personas que muestran una vulnerabilidad a contraer esta adicción. Dentro de este colectivo estarían:
- Los adolescentes. Son un grupo de riesgo por su búsqueda de experiencias y novedades constantes; además de por ser tan influenciables por el ambiente.
- Los sujetos con personalidad disfórica, impulsiva, intolerantes al aburrimiento, o en continua búsqueda de emociones fuertes.
- Personas con alteraciones psiquiátricas previas: TDAH, agorafobia, depresión.
- Individuos con inmadurez emocional o con dificultad para afrontar los problemas de la vida cotidiana o personales.
- Quienes poseen problemas psicológicos para relacionarse con los demás: por timidez, complejos, baja autoestima, rechazo de su imagen física,…
- Individuos con una estructura familiar debilitada, que conviven con experiencias estresantes o atraviesan una etapa de vacío existencial.
En suma, serían personas que quieren escapar de la realidad, porque se sienten insatisfechas con su rutina; o que carecen de una vida afectiva consistente.
Los factores que pueden influir a la hora de hacer un mal uso o abuso de las redes sociales son:
- El acceso las 24 horas del día a internet, sobre todo si se dispone de un dispositivo personal, como el móvil.
- La posibilidad de gratificación inmediata que se consigue accediendo a las redes.
- La presión por encajar en un grupo o sentirse parte de una comunidad de iguales.
El tiempo invertido en vida virtual es un tiempo donde se vive en gran medida una vida de ficción.
Existen una serie de síntomas que pueden advertir sobre un uso insano de los recursos tecnológicos. Conviene estar alerta, porque la persona dependiente no suele percibirse como tal. Más bien son las personas de su alrededor quienes deciden pedir ayuda profesional.
Las señales más visibles de que una persona tiene una adicción a las redes sociales son:
- Aislarse cada vez más para pasar horas delante de la pantalla. Ya sea consumiendo contenido o ya sea participando activamente en las redes.
- Abandono de las actividades básicas como relacionarse con la familia o los amigos, sus responsabilidades académicas o laborales.
- No dormir las suficientes horas o trasnochar por estar conectado a internet o chateando en las redes.
- Estar en constante estado de alerta con respecto a lo que sucede en sus redes sociales. Sentir que cada notificación merece ser atendida de inmediato.
- Volverse irritable o preocuparse en exceso si no se tiene una buena conexión a internet; o se debe pasar tiempo sin poder consultar el dispositivo digital.
- Pasarse horas seguidas delante de las redes sociales hasta perder la noción del tiempo.
- Experimentar cierto estado de euforia cuando se está conectado a internet. O, por la contra, sentirse ansioso si no se tiene acceso a las redes.
Así pues, el uso excesivo de redes sociales, como el abuso de internet en general, no sólo genera dependencia psicológica. Sino también provoca alteraciones cognitivas —hiperactividad y falta de atención—, sedentarismo y estados emocionales inestables.
De hecho, como sucede con las drogadicciones, las personas adictas a las redes sociales virtuales presentan un síndrome de abstinencia. Pues, cuando pasan determinado tiempo sin poder consultar sus redes, se tornan nerviosas, irritables o se deprimen. Por no mencionar la somatización corporal de su nerviosismo como: insomnio, dolores de cabeza o de estómago.
Soluciones para evitar o tratar la adicción a las redes
Como sucede en toda adicción, lo primero es tomar consciencia de que existe y de lo mucho que nos perjudica. A partir de ahí, pueden implementarse una serie de medidas para limitar el contacto con las redes sociales virtuales. Por ejemplo:
- Marcarse horarios para conectarse a las redes, una rutina que no comience ni termine con el uso de las redes sociales.
- Cambiar la configuración de los dispositivos y eliminar las notificaciones automáticas de mensajes y avisos.
- Apuntarse a actividades presenciales, mejor si se desarrollan al aire libre, y disfrutar de la vida social cara a cara.
- Evitar consultar el móvil cuando se está compartiendo tiempo y espacio con otras personas.
- Eliminar aplicaciones innecesarias.
- Dejar el móvil en una habitación distinta, mientras la persona está en otra. Es decir, acostumbrarse a estar lejos de los dispositivos digitales.
- Acudir a un especialista terapéutico como apoyo para tratar la adicción a las redes sociales. Este profesional marcará pautas y ayudará al individuo a comprender qué irregularidad emocional hay detrás de esta adicción comportamental.
En caso de que estas medidas no funcionen, se recomienda acudir a un centro de desintoxicación para sociadicciones. En ellos existen programas de psicoterapias específicas e individualizadas para tratar de raíz y con éxito este tipo de dependencias. Dichos tratamientos se basan en terapias grupales e individuales y en terapias cognitivo-conductual para modificar patrones de comportamientos.
Conclusión
Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ya forman parte de nuestra vida. Y si bien resultan funcionales, un mal uso de ellas puede complicarnos la vida. Quizá el mayor riesgo que presentan sea la distorsión de la realidad y la carencia de habilidades para manejarnos en ella.
Pasarse largas horas del día consultando e interactuando en las redes sociales tiene muchas consecuencias nocivas para la persona. Pues reduce el tiempo de contacto físico y socialización con los demás, así como dificulta el desarrollo de la inteligencia emocional. Lo cual vuelve a la persona más solitaria, ansiosa e incapaz de controlar sus cambios de humor. Lo que, en líneas generales, la convierte en alguien con habilidades sociales deficitarias.
Así las cosas, la adicción a las redes sociales se impone como una realidad en nuestra sociedad. Sus síntomas son similares a los que presentan las adicciones químicas o a sustancias psicoactivas.
Así, mantener el hábito de conectarse a las redes según se despierte; estar con el móvil durante las comidas o cuando se va al baño; encender el ordenador o la tablet apenas se llega a casa; dormirse pegado al móvil,… Todas ellas son señales de alarma de que se está desarrollando una adicción.
La compulsión por participar en la vida virtual anula el desarrollo de muchos ámbitos de la vida personal. Lo que, a largo plazo, termina siendo una fuente de sufrimiento para la persona adicta. Por eso es importante atajar el problema lo antes posible y solicitar ayuda profesional si es necesario.
Al igual que las drogodependencias, la adicción a las redes sociales precisa de un tratamiento psicológico y de desintoxicación. Actualmente los centros de desintoxicación disponen de programas para tratar con éxito esta adicción comportamental y devolver la salud al individuo.
Referencias consultadas
- Echeburúa, E., & De Corral, P. (2010). Adicción a las nuevas tecnologías y a las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Adicciones, 22(2), 91-96. Recuperado de http://m.adicciones.es/index.php/adicciones/article/view/196
- Huaytalla, K. P. C., Vega, S. R., & Soncco, J. J. (2016). Riesgo de adicción a redes sociales, autoestima y autocontrol en estudiantes de secundaria. Revista Científica de Ciencias de la Salud, 9(1). Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5693203
- Manjoo, F. (2018). Vivimos en medio de pantallas… ¿y ahora? Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2018/07/02/espanol/adiccion-telefono-pantalla-apple.html
- Marín-Díaz, V., Sampedro Requena, B., & Muñoz González, J. M. (2015). ¿Son adictos a las redes sociales los estudiantes universitarios? Recuperado de https://helvia.uco.es/handle/10396/15860
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